Con la creciente concientización de alimentos sanos y nutritivos, los antioxidantes han emergido como protagonistas, destacando en la industria alimentaria y en el ámbito del cuidado de la salud. Su papel fundamental en la conservación de alimentos y en la promoción de la salud humana ha ganado una atención sin precedentes, convirtiéndolos en elementos clave para abordar los desafíos de la sociedad actual. ¿Pero qué son exactamente los antioxidantes? En pocas palabras, son compuestos que protegen tanto las células del cuerpo como los alimentos contra el daño provocado por los radicales libres.
A nivel industrial, los antioxidantes desempeñan un papel crucial en la preservación de la calidad de los alimentos y en la extensión de su vida útil. La oxidación es uno de los principales desafíos en la industria alimentaria, ya que puede conducir a la pérdida de las propiedades organolépticas provocando: rancidez, pérdida de sabor, textura y valor nutricional de los productos. Los antioxidantes se pueden dividir en antioxidantes naturales y sintéticos.
- Antioxidantes naturales: Se encuentran en alimentos como frutas, verduras, nueces, semillas y granos enteros. Algunos ejemplos de antioxidantes naturales incluyen vitamina C, vitamina E, betacaroteno (un precursor de la vitamina A) y flavonoides.
- Antioxidantes sintéticos: Se producen mediante procesos químicos en laboratorios. Algunos ejemplos de antioxidantes sintéticos son: BHA, BHT, TBHQ.
La incorporación de estos compuestos en los alimentos ayuda a retardar o prevenir el proceso de oxidación, garantizando así la frescura y la calidad de los productos durante un período de tiempo más prolongado. Esto no solo beneficia a los fabricantes al reducir el desperdicio de alimentos, sino que también proporciona a los consumidores alimentos más frescos y nutritivos.
Por otro lado, en el ámbito del cuidado de la salud, cuando no hay una cantidad adecuada de antioxidantes en el organismo, estos no pueden detener todos los radicales libres, provocando que ocurra procesos de oxidación celular, los cuales producen daños en grasas, proteínas y genes del cuerpo. Por ejemplo, la oxidación de las grasas puede llevar a que el LDL, también conocido como «colesterol malo», se adhiera más fácilmente a las paredes de los vasos sanguíneos, lo que aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares. Del mismo modo, el ataque de radicales libres a las proteínas puede desencadenar enfermedades degenerativas del sistema nervioso, como el Alzheimer y el Parkinson.
En conclusión, los antioxidantes se posicionan como aliados esenciales, no solo en la conservación de alimentos, sino también en la promoción de una vida saludable y equilibrada. Su capacidad para contrarrestar los efectos negativos del estrés oxidativo los convierte en componentes clave para enfrentar los desafíos de un mundo moderno y en constante evolución, donde la salud y el bienestar son prioridades fundamentales.